Miriam:
"Para la chica más guapa del bar". Ojalá me lo hubiese dicho a mí, es mi prototipo de chico perfecto. Bueno, para mí y creo que para Paula también, que estaba más roja que la pared granate de aquel pequeño restaurante.
- ¡Mírala ella! - Le dije bromeando. -A mí nunca me dicen esas cosas.
- Bueno, es que... - seguía roja pero esta vez con una sonrisa enorme. Se apresuró como para hablarme en voz baja y me dijo: - Este chico... es demasiado... demasiado...
¿Cuqui?
¡Cuqui!
Dijimos a la vez. Era increíble. Me leía el pensamiento o es que somos hermanas que nos separaron al nacer.
Me acabé el café y Paula todavía se lo estaba terminando.
- Pues eso - le dije. - Tenemos que ir al concierto de estos chicos. No podemos volver a aquí sin haberlos conocido.
- ¡Sí! ¿Te imaginas que los conocemos? Con tanto guardaespaldas, tanto...
- Lo dudo Paula, no podremos ni hablarles más de un minuto. Es lo que tiene ser famoso.
¡Bueno, ya estoy! - Dijo Paula volviendo a sonreír. Miró hacia la barra y levantó la mano rápidamente. "Por favor, la cuenta". El chico de ojos azules vino y recogió la mesa. Paula se quedó mirándolo, y musité: Em, Paula. Ni se inmutó. Insistí: Paula, tenemos que irnos o llegaremos tarde. Paula dejó de estar en aquel estado y volvió a la normalidad. ¡Ah sí!
Nos marchamos de aquel café, caminando como si estuviésemos a punto de bailar, de reír y de saltar. Estábamos contentas.
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